Tres siluetas se adivinaban en la lejanía; montadas en bonitos caballos
avanzaban solemnemente seguidas por una multitud de pajes y camellos
que, cargados con infinidad de regalos, se iban acercando según la noche
se hacía más negra.Melchor iba delante y su voz se oía cansada:
-¡Qué ganas tengo de repartir todos los juguetes y volver a nuestro
palacio! Cada vez estoy más viejo y el cansancio de esta noche, luego
me dura algunos meses. Tengo que estar varios días metido en ese
menjunje de pétalos de rosas, pensamientos y alcohol para que se me
quiten los dolores de las piernas. Luego mi fiel Said me frota por la
noche con gel de aloe que es tan bueno para curar las grietas de los
pies y, así, me voy recuperando poco a poco. Si no fuera por al amor que
les tengo a los niños, y porque sabemos la ilusión que les hace que
vayamos esta noche a visitarlos, no tendría fuerza para llevar a cabo
esta empresa.
- Pues tienes razón, este trabajo es muy duro; por muy Magos que
seamos, supone un gran esfuerzo realizarlo. Antes cuando dejábamos los
regalos volvíamos a casa libres de peso y equipaje pero ahora… ¿qué
opináis de la manía que les ha entrado a los padres y a los abuelos de
decirles a los niños que nos tienen que dejar los chupetes para que nos
los llevemos? que si no, se quedarán sin regalos -, añadió Gaspar-, el
año pasado regresamos a casa con 150 kilos de esa goma que a los peques
les da por masticar.
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Ilustración de Guille |
-No seas protestón, Gaspar, acuérdate que los reciclamos e hicimos
unas magníficas pelotas con los nombres de los niños que nos regalaron
sus chupetes, y botaron tanto que llegaron hasta las estrellas-aclaró
Baltasar- Ahora hay muchas estrellas que llevan los nombres de los
peques.
- Es una maravilla que con nuestro poder y la goma masticada de esos
chupetes hayamos podido mandar hasta el firmamento los nombres de sus
dueños. Yo creo que con los que recojamos este año, podríamos hacer lo
mismo. Así no se quedará ninguna estrella sin nombre y por la noche los
niños podrán hablar con ella y pedirle deseos.
Hablando y hablando, los magos llegaron a una encrucijada de caminos y
entonces decidieron separarse; cada uno sabía que sendero debía tomar,
así que, seguidos por decenas de porteadores aceleraron la marcha para
llegar a tiempo antes de que amaneciera.
Esa noche en todas las casa reinaba un gran nerviosismo. Los niños
habían cenado pronto y limpiado bien sus botas, habían puesto paja para
los camellos y los caballos y, para los Reyes y sus criados, unos
riquísimos trozos de turrón y tortas de Pascua. Además en algunas casas
había también sobre la mesa un chupete o dos. Los pequeños sabían que
debían dejarlos para que se los llevasen, esa sería una señal de que se
estaban haciendo mayores. Era la única forma de convencerlos de que
debían abandonar esa costumbre de chupar y chupar cuando se hacían
mayorcitos.
Después de varias horas de intenso trabajo, al despuntar el alba, se
volvieron a encontrar en el cruce de caminos en donde se habían separado
por la noche.
Todos los pajes venían cargados de vuelta con algunos sacos llenos de
chupetes, todos menos uno, que no traía nada en su mochila.
-Parece que este año vamos a volver a hacer pelotas; habéis recogido un
buen cargamento. Pero tú Mohamed ¿por qué no llevas ninguno? ¿Es que se
te olvido traerlos? -, pregunto Gaspar-. Se le han perdido los chupetes
y también la casaca y el turbante-, siguió el Rey muy enfadado.
-Yo, Señor, dijo preocupado el sirviente pensando que le iban a
regañar-, yo no tengo la culpa, además, si les cuento lo que me pasó,
tampoco me van a creer.
-Tú habla y veremos si nos convences o no-, le ordenó Melchor.
-Pues en Sevilla se rumoreaba que la culpa de que los niños no nos
entregasen sus chupetes es del reino vegetal que se ha hecho amigo del
reino animal; vamos, eso es lo que por allí se oía.
- ¡Pero qué acertijo es ese! no hay quién te entienda.
- Ve como ya les decía yo que no me iban a creer. Majestad, parece ser
que una flor-reino vegetal- se ha hecho amiga de una gallina- reino
animal- y las dos juntas tienen unas ideas… ¿cómo diría yo? Un poco
raras
-¿Una gallina y una flor?-, dijeron todos los que le escuchaban soltando una carcajada.
-¿Acaso las gallinas comen goma en lugar de trigo y las flores hablan
con los animales?-, dijo en voz alta Hamed, otro de los pajes.
-Sí, sí, vosotros reíros pero os voy a contar lo que me ocurrió cuando
llegué a Sevilla. Empecé a repartir los juguetes y a darle de comer a
los camellos con los alimentos que los niños nos habían dejado para
ellos y, enseguida, me di cuenta de que en ninguna de las casas había
chupetes para recoger. Entonces le pregunté a un mendigo que estaba en
la calle casi sin ropa,- me dio tanta pena que le di mi casaca para que
se protegiese del frio y el turbante para que con el rubí que llevaba
prendido pudiese comprar todo lo que necesitaba para subsistir-.Oiga,
buen hombre, ¿es que aquí en Sevilla los niños no usan chupetes para
dormir? No me han dejado ninguno para llevarme-, le pregunté
-Claro que tienen chupa y algunos llevan enganchados dos o tres en el
cuello; pero desde que el reino vegetal se ha hecho amigo del reino
animal todo ha cambiado.
-Y dale con el acertijo, ¿se quiere explicar bien de una vez? me van a
volver loco-, le dije ya un poco enfadado con tanta palabrería.
-Mire, yo, a veces, voy a un parque que está por aquí cerca- El parque
de los descubrimientos- y he oído decir que una gallina pintadita se ha
hecho amiga de una flor y, ya se sabe qué puede salir del cerebro de
un ave aconsejada por una flor. Pues una idea un poco loca: han tenido
la idea brillante de que los niños pequeños cuelguen sus chupetes en
un árbol según se vayan haciendo mayores, así que ellas son las
causantes de que no hayas encontrado ningún chupete por la ciudad.
-¿Una gallina pintadita? Pintadita ¿de qué?
-Ah, pues no sé, será pintadita de colores, creo que la gallina se llama
Carmen. A lo mejor esa gallina es la que pone los huevos de Pascua,
todos llenos de colorines, porque la gallina pintadita pondrá huevos ¿no
cree? -, preguntó el mendigo
-¿Y la flor?-, le dije yo.
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La gallinita es de mi sobrino Quique (5 años), la margarita, mía. |
-La flor se llama Margarita.
-Cuando oí todo lo que me contaba y que encima le habían puesto nombre a
la gallina y a la flor, os digo de verdad que pensé que el mendigo se
estaba riendo de mí-, aclaró el servidor-. Me pidió que le acompañase,
que me iba a enseñar en donde estaban todos los chupetes de la ciudad y
entonces nos acercamos al parque en donde había un pequeño árbol. Vi
como de él colgaban los chupetes como si fuesen frutas maduras El
mendigo me dijo que muchos días, las mamás se acercaban con sus niños y
estos con lágrimas en los ojos dejaban sus chupetes colgados del árbol
pero después, ellas les contaban cuentos o les leían poesías a sus pies
y todos se ponían muy alegres; miraban a las ramas y se sentían
protegidos por estas. Después de esta ceremonia se daban cuenta de que
ya se estaban haciendo mayores y a partir de ese momento el chupete no
tenía que estar en sus vidas. Si alguno seguía llorando y
diciendo-¡Quiero mi chupete, quiero mi chupete! significaba que todavía
no era lo suficientemente mayor como para desprenderse de él. Tendría
que volver algunos meses más tarde.
Melchor se quedó pensativo, quería saber qué tenía que ver una gallina
en todo ese embrollo y encima aconsejada por una margarita, pero se les
estaba haciendo tarde y debían volver, ningún niño debía verles; si no,
se rompería el hechizo y todos los juguetes desaparecerían.
-Queridos Gaspar y Baltasar ¿qué pensáis de todo lo que nos ha contado
este chiflado de Mohamed? ¿De verdad creéis que una gallina va a tener
la idea de que cuelguen los chupetes en un árbol, que sea amiga de una
margarita y, además que se llame Carmen? Vamos ¡una gallina llamada
Carmen!
-Melchor, es una pena que tengamos que volvernos enseguida, yo creo que Mohamed se ha perdido por Sevilla o se le ha olvidado
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El árbol de de mi nieto Pablo, hermano de Guille, 6 años. |
Recoger los chupetes. De todas formas tendremos los suficientes para
seguir mandando nombres a las estrellas,-comentó Baltasar-. Aunque
pensándolo bien no es mala idea esa del árbol de los chupetes. En cuanto
hayamos regresado y descansado unos días, enviaremos a alguien de
confianza para que investigue y nos aclare todo este lío; con todos los
chupetes que llevamos podríamos hacer no un árbol, sino Un bosque de
los chupetes.
Dejaron de hablar y empezaron el viaje de regreso, les quedaba mucho
camino por delante, pero a los tres les había calado la idea de la flor
Margarita y de La gallina Pintadita Carmen.